El proyecto propone una nueva fachada coherente con el uso del edificio y su entorno, combinando una imagen contemporánea con la mejora de sus prestaciones energéticas.

Partiendo de una composición clásica —basamento, cuerpo y entablamento— con un marcado rigor racionalista, la intervención potencia sus virtudes originales, depurándolas de elementos superfluos y reinterpretándolas con un lenguaje sobrio y actual.

La idea central es el movimiento, reflejo de la vida cotidiana del edificio y de la ciudad. Se consigue rompiendo la planeidad existente mediante el abocinamiento de los huecos, que genera un juego cambiante de luces y sombras, aportando profundidad y relieve a la fachada.

La paleta reducida de materiales combina tonos claros en los paños verticales con matices ocres en los contornos de los huecos, integrando el conjunto en un entorno de fachadas areniscas. En planta baja, las nuevas carpinterías mejoran la relación con la calle y la transparencia institucional.

La envolvente térmica continua y los materiales sostenibles y duraderos garantizan eficiencia, bajo mantenimiento y una imagen renovada del edificio.